Anoche soñé contigo.
Me acompañabas hacia un puerto, en un lago de aguas tranquilas. En el camino me mirabas expectante, como esperando mi aprobación o mi opinión ante el viaje que supongo iniciaríamos al llegar al muelle. Y yo, apurada, callada , habiéndome cambiadado un traje negro largo (el luto), me hallaba vestida con jeans y una camisa multicolor gastada, así, como te gustaba estar a tí...
Manejando el auto - tu en el lugar del pasajero- con esa sonrisa de niño, la de siempre, mirándome y mirando hacia ese sitio que más que nada intuyo, un lugar de cambio y de luz.
Mas la que me quedó grabada fué tu sonrisa.
Imagino que en el sueño se trataba de un viaje, o podría ser un comienzo mas que un lugar. Tal vez lugares y tiempos mejores. Sin tristeza, sólo nostalgia y sonrisa, tu sonrisa, la de siempre.
Nacho, hijo, cuando te comunicas conmigo, está presente la esperanza, lo promisorio, lo bueno. Por eso te agradezco que me mantengas recordándote tranquila.
Eres insustituible en mi corazón, y mi melancolía no acaba, pero se acompaña de recuerdos tan gratos tuyos, Nacho, de tus comentarios y travesuras, de tu paciencia y adaptabilidad.
Puedo ver y disfrutar lo alegre que me llega de ti.
Te reitero mi amor.
Estás en la ausencia, y en la nostalgia, pero estás en la alegría. Eres presencia. Estás.
Me tienes en cuenta, y me acompañas, como en ese sueño de anoche en que te sentí, te ví, estuve contigo, me guiaste, me confortaste.
Como siempre, sonriendo y llevándome hacia la paz de ese lago de tranquilas aguas.
Todo quieto, tranquilo, dulce, como tu...
Ingrid (tu mamá)