Estuviste en esta tierra complicada 23 años, pero nos acompañas desde lo eterno. Reivindicamos tu genialidad, tu dulzura, la ternura que tanto prodigaste, esa búsqueda de respuestas a preguntas que hacías por montones. No tenemos respuestas, pero si el gran amor intacto hacia tí...
Cuando, cansado, me siento en el tope del mundo y miro hacia abajo; todo deja de ser ajeno y se vuelve comprensible. Inanimado como nada.
Tan sólo comprensible.
Y qué hay de mí sin sentir de nuevo aquellas gotas de sudor de nubes atorrantes e impacientes. O de tí sin nivel de suelo ni mucho menos de infierno. Qué de nosotros si tu más frivola personalidad es la que ofreces cuando amas. No nos merecemos la vida si tu mundo ha de encontrarse, de noche y a escondidas, con el mío.
Muerte, sudor e infierno es lo que proclamamos. Sintiendo paso a paso la llegada de la nada: infame y voluptuosa, negra y voluble
